La prevención y el ejemplo siguen siendo la mejor manera de evitar o reducir el consumo de cigarrillos en los hijos. Sin embargo, el cómo los padres deben enfrentar el momento en que los hijos empiezan a fumar, es una pregunta que inquieta a muchos.
Los estudios demuestran que el hábito de fumar se inicia cada vez a más temprana edad. Más allá de los sabidos efectos nocivos para la salud, los jóvenes están constantemente expuestos a mensajes implícitos en la publicidad que otorgan atributos deseables a los fumadores.
A esto se agrega que muchos jóvenes enfrentan modelos de padres, amigos o familiares que tienen como hábito el fumar. En este contexto, la prevención o detención del hábito se dificulta a partir de la contradicción en la información que manejan los jóvenes.
A la hora de enfrentar el tema, es bueno que los padres tengan presente que mientras más temprano sea el inicio del consumo, mayor es el riesgo de enfermedades relacionadas y más difícil se vuelve dejarlo. Así también, el tabaco es considerado potencialmente por algunos especialistas como un umbral de entrada al consumo de otras sustancias más nocivas.
Por qué fuman los jóvenes
Las razones de inicio en este hábito por lo general se asocian a lo que consiguen a través del consumo, más que el gusto por el cigarrillo en si mismo.
Son muy pocos los casos en que el cigarro o sus efectos les son agradables, pero hacerlo les permite sentirse parte del grupo de amigos o bien “alcanzar” la imagen que se vende a través de la publicidad, e incluso en ocasiones lo ocupan como medio de captar la atención de sus padres.
En cuanto a la propensión al consumo, los hijos de padres fumadores son los que presentan mayor riesgo de iniciarse en el hábito.
Prevención
Los jóvenes actúan siguiendo un modelo, por lo que la mejor forma de evitar que los hijos fumen es que dicha conducta no esté presente en su casa. Si los padres fuman, lo ideal es que no se haga delante de ellos.
La entrega de información y la actitud contraria hacia la conducta fumadora son dos aspectos que refuerzan la prevención. Al respecto, la psicóloga Karen Moënne, aclara que “una buena forma de abordar el tema es contribuir con información que ayude al joven a decidir si fumar es beneficioso para su calidad de vida, entregando información objetiva y clara”.
Los padres –agrega- “deben considerar educarlos en torno a los efectos negativos del cigarro sobre la salud de las personas”. Los padres debieran, además, reforzar la conducta no fumadora en aquellos que no la presenten, especialmente los amigos de su hijo que no lo hacen.
Considerando que muchas veces el fumar se realiza siguiendo los parámetros de su grupo de amigos, entregar argumentos y enseñar a decir ‘no’ a los hijos es altamente necesario para prepararlos a responder frente a la presión social.
Los padres pueden intentar representar la situación con sus hijos, donde se actúe distintas maneras de negarse ante la petición de los amigos, intercambiando los roles, es decir, dando la oportunidad a los hijos de representar a quien presiona y a quien se niega.
Otra estrategia de prevención tiene que ver con discutir la falsedad de los atributos que se asocian a los fumadores en los avisos publicitarios.